¿ QUE ES NOVIOLENCIA AHORA ?

NOVIOLENCIA AHORA Jerez es un colectivo pacifista de composición plural y que bajo el común denominador de la noviolencia como metodología y práctica de resolución de conflictos, pone en valor el pacifismo y el antimilitarismo desde el compromiso vital y cívico de sus participantes.

Las mujeres y hombres que componen Noviolencia Ahora Jerez construyen ciudadanía desde el prisma de la Noviolencia como forma de afrontar los conflcitos cotidianos vitales y sociales. Tienen una perspectiva glocal, actuando localmente y pensando globalmente. Creen que otro mundo es posible, pero está en este.

A Noviolencia Ahora Jerez, le gustan especialmente dos frases: "Ningún ejército defiende la paz", y "No hay camino para la paz, la paz es el camino". Le caen muy bien los hombres y mujeres vinculados al movimiento ecologista, por los derechos de la humanidad, movimiento LGTB, y movimiento feminista, pero con quien pasa más tiempo, y de quienes se siente más cerca, es con el movimiento pacifista y antimilitarista. Noviolencia Ahora, está AHORA construyendo sueños en la tierra conjuntamente con la R.A.N.A. - Red Antimilitarista y Noviolenta de Andalucía y la I.R.G. - Internacional de Resistentes a la Guerra-.

Noviolencia Ahora Jerez tiene alma de luciérnaga y espíritu de piedrita linda en el camino. Poco a poco nos irás conociendo... Te invitamos a acompañarnos. Te esperamos.

lunes, 4 de abril de 2011

MANIFIESTO FIRMADO POR INTELECTUALES Y MIEMBROS DE LA SOCIEDAD CIVIL CONTRA INTERVENIÓN MILITAR EN LIBIA.


Ante el desvarío de críticas y menosprecio que se están vertiendo contra pacifistas o personas que por razones diversas se oponen a la intervención militar en Libia, nos parece oportuno introducir en el debate que se está produciendo algunas preguntas y precisiones.
Antes de dar nuestro apoyo a la utilización de la fuerza militar en cualquier conflicto que puede derivar en guerra, la primera pregunta que nos deberíamos formular es: ¿qué complicidades existen desde la comunidad internacional o desde nuestro propio Estado? ¿Se encuentran estas entre las causas que han motivado el conflicto? Es decir, se trata de preguntarnos si existen intereses económicos o políticos por parte de nuestros propios Estados respecto del país que se pretende atacar.
La segunda pregunta no es de menor enjundia, pues también apunta a una cuestión decisiva para un comportamiento ético en política. ¿Se ha prestado ayuda militar o vendido armas por parte de los Estados que están interviniendo a ese gobierno despótico al que ahora se pretende derrocar?
Resulta evidente que, en el caso de Libia, hace apenas unas semanas, numerosos países occidentales firmaban convenios comerciales, establecían negocios conjuntos, prestaban ayuda financiera, instalaban industrias de extracción de hidrocarburos y, además, le vendían armas. Todo ello a sabiendas de que se beneficiaba a Gadafi y a su círculo más íntimo y no a la población libia, y a pesar del historial criminal del dictador, quien no mostró mejores maneras con el pueblo libio tras su acercamiento a Occidente, ni dejó de proporcionar armas y apoyos de todo tipo a grupos rebeldes y regímenes totalitarios y colaborar y financiar ataques contra población civil en numerosos países. Pese a ello, el dictador Gadafi se convirtió en un firme aliado y fue recibido con honores por buena parte de los países y dirigentes que hoy le demonizan.
Pero hay más preguntas, también importantes: ¿se habían agotado todos los medios políticos al alcance de la comunidad internacional para resolver el conflicto?, ¿no existen dudas razonables de que la medida militar adoptada tiene muchas probabilidades de provocar una mayor escalada de violencia y un mayor sufrimiento?
Además, resulta de una enorme hipocresía esgrimir el derecho a proteger a la población de Libia mediante el uso de la fuerza, mientras existen un sinfín de escenarios en el mundo donde no se hace absolutamente nada. Pues en todos los países árabes sin excepción existen dictaduras y algunas están masacrando a su pueblo, como en Yemen o Siria; o se pasa por alto el envío de tropas de Arabia Saudí a Bahréin para reprimir las revueltas de su población; o el angustioso caso de Palestina, que no hace falta detallar por ser demasiado conocido; por no mencionar la parálisis de la comunidad internacional en los casos de Chechenia, Guinea Ecuatorial, R.D. del Congo, Zimbabue y tantos otros. Y, en definitiva, ¿dónde se encuentra la responsabilidad de proteger cuando conocemos que, cada día, decenas de miles de personas mueren como consecuencia de la desnutrición o enfermedades fácilmente curables? ¿Son estas últimas maneras de morir menos dramáticas? ¿Es la responsabilidad de las autoridades menor? ¿Nos importa acaso más quién mata que quién muere?
Pero, además, antes de optar por la vía militar, existían medidas políticas de presión para frenar el conflicto, aislar al gobierno de Libia y expulsar a Gadafi del poder, si es que de eso se trata. Como arbitrar la congelación inmediata de todas las cuentas bancarias e intereses en empresas de Gadafi y su gobierno en el exterior (todavía no ha sido el caso en Italia y en otros lugares, a pesar de la obligatoriedad de las sanciones). Embargos económicos que debían paralizar todas las transacciones comerciales, incluidas las armas y los hidrocarburos; así como el reconocimiento de los rebeldes; y especialmente, presionar para convocar una conferencia regional en que participaran, además de gobierno y rebeldes, otros muchos actores representativos libios y los países árabes de la región, que posibilitara la resolución del conflicto. Conferencia que debería tener como objetivo terminar con la dictadura y facilitar una transición política.
Una vez expuestos los argumentos que deberían hacernos reflexionar sobre las bondades de una intervención militar por causas humanitarias liderada por muchos de quienes formaron parte del problema, queremos dar nuestro apoyo a los escasos pacifistas y gentes que han levantado su voz frente al obsceno espectáculo de guerra desplegado en Libia. Así como denunciar el coro farisaico y la impostura intelectual de quienes se dedican a menospreciar, reírse o insultar a los que critican esta nueva guerra. El valor moral de la noviolencia es muy superior al pragmatismo de la violencia como forma de solucionar los conflictos, como han mostrado los valientes luchadores contra la tiranía de Egipto o Túnez.
Xavier Badia, Alfons Banda, Pepe Beunza, Jaume Botey, Paco Fernández Buey, Jordi Calvo, Manuel Dios, Tica Font, José Luís Gordillo, Rafael Grasa, Elena Grau, Vicent Martínez Guzmán, Eduardo Melero, Anna Monjo, Arcadi Oliveres, Pere Ortega, Alejandro Pozo, Carles Riera, Gabriela Serra, Neus Sotomayor, Carlos Taibo, José María Tortosa, Francesc Tubau

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